Proyecto: Mango & Sweet
Fotografía de producto con identidad visual fresca y divertida
Para esta producción trabajé junto a la marca Mango & Sweet, especializada en cócteles artesanales a base de mango natural. Su producto estrella es una mezcla refrescante y vibrante elaborada con pulpa de mango, hielo granizado y un toque secreto que realza el sabor tropical.
Desde el primer momento, entendí que su imagen debía transmitir frescura, dulzura y simpatía. Por eso, el enfoque fue construir una atmósfera limpia, brillante y lúdica, en sintonía con el carácter joven y amigable de su branding.
Dirección visual y producción
Elegí un fondo verde pastel suave para potenciar el color del mango sin competir con él.
Trabajé con luz natural controlada para lograr una textura jugosa en el granizado.
El hielo y el vaso con condensación refuerzan visualmente la sensación de frío y frescura.
El encuadre cerrado y minimalista enfoca toda la atención en el producto y su simpático logo.
Cada decisión cromática y de composición fue pensada para resaltar la identidad de la marca: natural, alegre y lista para refrescar.





Los compañeros que empujan de verdad
En hostelería hay una verdad que se aprende rápido: un restaurante no avanza solo por tener buena comida o un bonito local. Avanza por la gente que lo habita.
Hay compañeros que no necesitan títulos para destacar. Tienen algo más valioso: instinto, sentido común, voluntad. Esas personas que ven lo que falta, lo hacen sin preguntar, y con su energía levantan a los demás. No buscan reconocimiento, pero terminan siendo el corazón del equipo.
La foto de hoy representa eso. No se trata solo de quien aparece en ella, sino de lo que simboliza: la fuerza silenciosa de alguien que empuja, que está presente, que resuelve. Y que con su actitud genera un ambiente donde da gusto trabajar.
Porque el verdadero motor de un restaurante no siempre está en la carta, ni en la decoración. Está en las personas que lo hacen funcionar, día a día, con ganas y con entrega.
05 de mayo de 2025
Sebastián César
Sebastián César

El Latido Diario de la Hostelería Malagueña: Un Homenaje a Quienes la Hacen Posible
En Málaga, donde el sol se cuela cada mañana por los toldos de las terrazas y la brisa marina acaricia las fachadas del centro histórico, la hostelería no es solo una industria: es parte del alma de la ciudad. Es el aroma del café temprano, el murmullo constante de platos y cubiertos, las risas que se escapan entre mesas, y sobre todo, el esfuerzo silencioso de miles de personas que dan vida a este oficio.
La hostelería es mucho más que un plato servido o una copa bien puesta. Es una maquinaria humana que arranca cada día antes de que la ciudad despierte y que a menudo sigue funcionando cuando ya todos descansan. Está formada por camareros, cocineros, ayudantes, lavaplatos, jefes de sala, recepcionistas, personal de limpieza, encargados, repartidores, baristas, pasteleros… Todos ellos forman una red de trabajo que mantiene en pie uno de los pilares más importantes de la economía y la identidad andaluza.
Y si hay un lugar donde se concentra la intensidad del oficio, ese es la cocina.
Allí, entre fogones, gritos de comanda, calor sofocante y precisión milimétrica, se libran batallas invisibles al ojo del comensal. Cada plato que llega a la mesa es el resultado de horas de preparación, planificación, coordinación y técnica. Los cocineros y cocineras no solo ejecutan recetas: crean momentos, sostienen el ritmo del servicio y mantienen viva la esencia del sabor andaluz. Desde quien pela patatas hasta quien firma el pase final, todos son protagonistas de esta coreografía de acero inoxidable y vocación.
La cocina es disciplina, pero también pasión. Es sacrificio, pero también orgullo. Es el lugar donde muchos encuentran un oficio digno, una segunda oportunidad o el espacio donde canalizar su creatividad.
Y mientras la cocina hierve, en la sala el servicio continúa. Camareros que no paran, que responden con amabilidad aunque lleven horas sin sentarse. Personal de limpieza que mantiene el orden detrás del telón. Recepcionistas que gestionan reservas con elegancia en medio del caos. Todos ellos sostienen el espíritu cálido de la hostelería andaluza: cercana, auténtica, abierta.
En Málaga, la hostelería es cultura viva. Y esa cultura la construyen a diario miles de personas que trabajan con esfuerzo, muchas veces sin reconocimiento, en jornadas largas y exigentes. Son ellos quienes convierten lo cotidiano en especial: un desayuno frente al mar, una tapa en un rincón escondido, una cena que se convierte en recuerdo.
Este texto es para todos vosotros. Para quienes estáis dentro y fuera de la cocina. Para quienes servís, cocináis, limpiáis, organizáis, sonreís. Para quienes hacéis que Málaga brille no solo por su clima o sus playas, sino por el calor humano que ofrecéis con cada servicio.
Gracias por hacer de la hostelería un servicio tangenuino: tan tangible como necesario, tan genuino como vuestra dedicación.
